jueves, 24 de noviembre de 2016

La psicología en “Das Experiment” (2001)

“Das Experiment” (en español El experimento) es una película alemana de 2001 dirigida por Oliver Hirschbiegel. La película, que es un drama de suspense, se basa en el libro “The Black Box” de Mario Giordano, que a su vez toma como inspiración el famoso experimento de la cárcel de Stanford llevado a cabo en 1971.





En resumen de la película, mediante un anuncio en el periódico se buscan veinte voluntarios varones para realizar un experimento. Tarek Fahd (Moritz Bleibtreu) es un taxista que decide empezar una investigación sobre este extraño experimento para retomar su trabajo como periodista.
Una vez elegidos los veinte individuos que participarán en la prueba, se divide a este grupo en presos (12) y carceleros (8), obligándoles a comportarse como tales en un recinto cerrado que recrea una prisión, durante un período de dos semanas, y con una serie de reglas que habrán de cumplir. El objetivo del experimento es observar el comportamiento humano frente a esta situación extrema. Sin embargo, el experimento pronto empieza a escaparse de las previsiones y se torna fuera de control cuando ambos grupos asimilan su rol demasiado en serio, y los directores de la simulación no logran hacer nada para evitar lo peor.

Este infame Experimento de la Cárcel de Stanford se ha ganado su lugar en la historia como un ejemplo notorio de los efectos inesperados que pueden ocurrir cuando se realizan experimentos psicológicos sobre la naturaleza humana.



El director del experimento, Philip Zimbardo, quiso averiguar qué pasaría si se introducían personas buenas en un entorno malvado, buscando demostrar que los guardias y los presos carcelarios tienden a caer en roles predefinidos, comportándose de la manera que ellos creen que debería hacerlo, en lugar de utilizar su propio juicio y valores morales.

Zimbardo estaba tratando de mostrar qué sucedía cuando un ser humano era despojado de su individualidad y dignidad y su vida era completamente controlada. Quería mostrar la deshumanización y el desmoronamiento de los valores sociales y morales que podía sucederles a los guardias inmersos en esa situación.


Philip George Zimbardo es un psicólogo, investigador del comportamiento, fue presidente de la Asociación Norteamericana de Psicología en 2002 y son célebres, tanto en el mundo académico como fuera de él, sus trabajos en psicología social, especialmente el experimento de la cárcel de Stanford. Profesor de la Universidad Stanford desde 1968, ha enseñado antes en Yale, NYU y Universidad de Columbia.


Método

Para llevar a cabo el Experimento de la Cárcel de Stanford, Zimbardo construyó un centro penitenciario ficticio en el sótano de la Universidad de Stanford.

Un investigador asistente sería el «alcaide» y Zimbardo el «superintendente».

Se colocaron anuncios en los periódicos locales ofreciendo $15 por día para los participantes de este programa. De las 75 respuestas, se seleccionaron los 24 sujetos de sexo masculino considerados más mental y emocionalmente estables. Eran principalmente de clase media y caucásicos y fueron divididos al azar en dos grupos de 12 presos y 12 guardias.

Zimbardo estableció varias condiciones específicas que esperaba que provocaran la desorientación, la despersonalización y la desindividualización:


  • Los guardias recibieron porras y uniformes caqui de inspiración militar, que habían escogido ellos mismos en un almacén militar. También se les proporcionaron gafas de espejo para impedir el contacto visual. A diferencia de los prisioneros, los guardias trabajarían en turnos y volverían a casa durante las horas libres, aunque durante el experimento muchos se prestaron voluntarios para hacer horas extra sin paga adicional.

  • Los prisioneros debían vestir sólo batas de muselina (sin calzoncillos) y sandalias con tacones de goma, que Zimbardo escogió para forzarles a adoptar «posturas corporales no familiares» y contribuir a su incomodidad para provocar la desorientación. Se les designaría por números en lugar de por sus nombres. Estos números estaban cosidos a sus uniformes. Además debían llevar medias de nylon en la cabeza para simular que tenían las cabezas rapadas, a semejanza de los reclutas en entrenamiento. Además, llevarían una pequeña cadena alrededor de sus tobillos como «recordatorio constante» de su encarcelamiento y opresión.



El día anterior al experimento, los guardias asistieron a una breve reunión de orientación, pero no se les proporcionaron otras reglas explícitas aparte de la prohibición de ejercer la violencia física. Se les dijo que era su responsabilidad dirigir la prisión, lo que podían hacer de la forma que creyesen más conveniente.
A los participantes que habían sido seleccionados para desempeñar el papel de prisioneros se les dijo simplemente que esperasen en sus casas a que se los «visitase» el día que empezase el experimento. Sin previo aviso fueron «imputados» por robo a mano armada y arrestados por polícias reales del departamento de Palo Alto, que cooperaron en esta parte del experimento.
Los prisioneros pasaron un procedimiento completo de detención por la policía, incluyendo la toma de huellas dactilares, que se les tomara una fotografía para ser fichados y se les leyeran sus derechos Miranda. Tras este proceso fueron trasladados a la prisión ficticia, donde fueron inspeccionados desnudos, «despiojados» y se les dieron sus nuevas identidades.

RESULTADOS
El experimento se descontroló rápidamente. Los prisioneros sufrieron y aceptaron un tratamiento sádico y humillante a manos de los guardias, y al final muchos mostraban graves trastornos emocionales.
Tras un primer día relativamente anodino, el segundo día se desató un motín. Los guardias se prestaron como voluntarios para hacer horas extras y disolver la revuelta, atacando a los prisioneros con extintores sin la supervisión directa del equipo investigador.
A partir de ese momento, los guardias trataron de dividir a los prisioneros y enfrentarlos situándolos en bloques de celdas «buenos» y «malos», para hacerles creer que había «informantes» entre ellos. Esta treta fue muy efectiva, pues no se volvieron a producir rebeliones a gran escala. De acuerdo con los consejeros de Zimbardo, esta táctica había sido empleada con éxito también en prisiones reales estadounidenses.

Los «recuentos» de prisioneros, que habían sido ideados inicialmente para ayudar a los prisioneros a familiarizarse con sus números identificativos, evolucionaron hacia experiencias traumáticas en las que los guardias atormentaban a los prisioneros y les imponían castigos físicos que incluían ejercicios forzados.

Se abandonaron rápidamente la higiene y la hospitalidad. El derecho de ir al lavabo pasó a ser un privilegio que podía, como frecuentemente ocurría, ser denegado. Se obligó a algunos prisioneros a limpiar retretes con sus manos desnudas. Se retiraron los colchones de las celdas de los «malos» y también se forzó a los prisioneros a dormir desnudos en el suelo de hormigón. La comida también era negada frecuentemente como medida de castigo. También se los obligó a ir desnudos como humillación.
A medida que el experimento evolucionó, muchos de los guardias incrementaron su sadismo, particularmente por la noche, cuando pensaban que las cámaras estaban apagadas. Los investigadores vieron a aproximadamente un tercio de los guardias mostrando tendencias sádicas «genuinas». Muchos de los guardias se enfadaron cuando el experimento fue cancelado.


Los prisioneros empezaron a mostrar desórdenes emocionales agudos. Un prisionero desarrolló un sarpullido psicosomático en todo su cuerpo al enterarse de que su «libertad condicional» había sido rechazada. Los llantos y el pensamiento desorganizado se volvieron comunes entre los prisioneros. Dos de ellos sufrieron traumas tan severos que se los retiró del experimento y fueron reemplazados.

Uno de los prisioneros de reemplazo, el prisionero número 416, quedó horrorizado por el tratamiento de los guardias y emprendió una huelga de hambre. Se lo recluyó en confinamiento solitario en un pequeño compartimento durante tres horas en las que lo obligaron a sostener las salchichas que había rechazado comer. El resto de los prisioneros lo vieron como un alborotador que buscaba causar problemas. Para explotar este aspecto, los guardias les ofrecieron dos opciones: podían o bien entregar sus mantas o dejar al prisionero número 416 en confinamiento solitario durante toda la noche. Los prisioneros escogieron conservar sus mantas. Posteriormente Zimbardo intervino para hacer que 416 volviera a su celda. Tras apenas seis días, ocho antes de lo previsto, el experimento fue cancelado.



CONCLUSIONES 

Un argumento que empleó Zimbardo para apoyar su tesis de que los participantes habían internalizado sus papeles fue que, cuando se les ofreció la «libertad condicional» a cambio de toda su paga, la mayoría de los prisioneros aceptó el trato. Pero cuando su libertad condicional fue «rechazada», ninguno abandonó el experimento. Zimbardo afirma que no tenían ninguna razón para seguir participando si eran capaces de rechazar su compensación material para abandonar la prisión.

“Fue mi intento para determinar qué ocurre cuando pones a gente buena en un lugar malvado: ¿Triunfa la humanidad, o la fuerza de la situación puede acabar dominando hasta al más bueno de nosotros? (…) Al principio, no pasó nada, pero la segunda mañana los prisioneros se rebelaron, los guardas frenaron la rebelión y después crearon medidas contra los “prisioneros peligrosos”. Desde ese momento, el abuso, la agresión, e incluso el placer sádico en humillar a los prisioneros se convirtió en una norma. (…) Chicos buenos y normales se habían corrompido por el poder de su papel y por el soporte institucional para desempeñarlo que les diferenciaba de sus humildes prisioneros. (…). Nuestro estudio de dos semanas tuvo que parar antes de tiempo después de sólo seis días porque cada vez estaba más fuera de control.”- Philip Zimbardo


Zimbardo entendió que el experimento demostró cómo las personalidades individuales de las personas podían verse tapadas cuando se les daba puestos de autoridad.

Zimbardo reconoció que algunos guardias trataron de cambiar el sistema. Posteriormente, él investigó el tema de los "héroes", aquellos que no sucumben al sistema.

Los factores sociales e ideológicos también determinaron el comportamiento de ambos grupos, en donde los individuos actuaron de la manera que ellos pensaban que debían actuar, en lugar de utilizar su propio juicio.

El experimento pareció mostrar cómo reaccionaron los sujetos a las necesidades específicas de la situación en lugar de acudir a sus propios valores morales o creencias internas.

Los resultados del experimento han sido utilizados en muchos casos judiciales de alto perfil en los últimos años para tratar de demostrar que la cárcel debe tener instrucciones y pautas claras de las autoridades de más alto nivel. De lo contrario, se podría producir el abuso de los prisioneros.


Críticas al experimento

Se ha cuestionado mucho la ética del Experimento de la Cárcel de Stanford y, desde luego, sin controles más estrictos este experimento no sería autorizado en la actualidad. Podría ocasionar un verdadero riesgo para las personas propensas a desequilibrios mentales y emocionales.

Para ser justos con Zimbardo, la mayoría de estas discusiones tienen lugar en retrospectiva y él no podría haber adivinado la internalización e institucionalización que se produciría durante el estudio.

Otras críticas incluyen la validez de los resultados. Fue un experimento de campo en lugar de un experimento científico, por lo que solamente hubo resultados de observación y ninguna evaluación científica.

Además, sería muy difícil que alguien replique las condiciones del experimento.

Se ha cuestionado ampliamente la selección de los sujetos, ya que el texto del anuncio que indicaba "se buscan para experimentos carcelarios" podría haber llamado la atención de personas con más predisposición hacia la violencia.

Luego del estudio, muchos de los guardias y presos indicaron que sólo estaban actuando los roles que creían que se esperaban de ellos, así que no hay consenso sobre si el estudio realmente retrató la naturaleza humana o no.
Si el Experimento de la Cárcel de Stanford se puede relacionar con verdaderas cárceles es otra cosa. Si bien el maltrato a los presos ocurre en todo el mundo, en la mayoría de las instituciones los guardias son cuidadosamente seleccionados y sometidos a un proceso de entrenamiento largo y extenso. Zimbardo protegió tanto a los presos como a los guardias de tendencias no sociales en su experimento.

También tienen protocolos estrictos que se supone que deben cumplir. Asimismo, el estudio utilizó únicamente hombres, mientras que la mayoría de las cárceles occidentales tienen personal de guardia de ambos sexos.

Zimbardo también pasó por alto el hecho de que no todos los guardias mostraron tendencias sádicas. Algunos trataron activamente de ayudar a los prisioneros y mostrar simpatía hacia ellos.

Estudios posteriores han llegado a la conclusión de que el abuso en las cárceles a menudo viene de arriba hacia abajo y que cuando se dan órdenes, éstas pueden afectar los resultados. Si los guardias hubieran recibido pautas estrictas de parte de Zimbardo al comienzo, entonces podrían haberse dado menos tendencias sádicas por parte de los guardias seleccionados para el Experimento de la Cárcel de Stanford.
Este estudio es tan conocido que en 2010 se lanzó una película en Hollywood sobre el Experimento de la Cárcel de Stanford. El experimento también ha sido la base de muchos estudios similares a través de los años, pero éstos han tenido controles mucho más estrictos y vigilancia en el lugar.

Aún así, el estudio creó más preguntas que respuestas sobre la amoralidad y la oscuridad que habita en la psique humana.




 
Pequeño vídeo-documental explicativo del experimento, explicado por el mismo Zimbardo: 

https://youtu.be/sOYx02bAxXQ

No hay comentarios:

Publicar un comentario